Despertar

Tal vez con todo esto del mundial la gente está más susceptible. El orgullo por la patria a veces se exagera y se convierte en nacionalismo. Y eso no es bueno, obviamente. Miren hacia atrás en la historia, no muy lejos en el siglo XX, y observen bien qué famosos regímenes surgieron a raíz de ese sentimiento colectivo.

Hoy nos creemos más inteligentes que nuestros antepasados. Sería lo normal, ¿no? Se llama evolución. A través del paso de los años desarrollamos nuestras mejores habilidades y aprendemos de nuestros errores, para no cometerlos de nuevo. Es lógico que seamos supuestamente superiores.

Además, contamos con un arma clave que jamás estuvo presente en la historia: la información inmediata.  Vuela una mariposa en China, y acá, en América del Sur, nos enteramos y podemos incluso verla. Ya estamos acostumbrados a ello, pero si lo analizamos, comparando el presente con el ayer, resulta fascinante.

Tenemos el conocimiento absoluto, supuestamente, de todo lo que ocurre sobre la faz de la tierra. Es la era de la información, y no puede parecernos mala, si durante tanto siglos generaciones y generaciones han luchado para que toda la humanidad sea capaz de adquirir al menos un conocimiento general. No podemos decir que la humanidad esté en igualdad de condiciones, nada más lejos de la verdad, pero no podemos negar que nunca antes el mundo estuvo tan conectado.

Yo creo en la evolución y en la magia que representa la información inmediata. Soy optimista en lo que al futuro del ser humano se refiere, y creo que, aunque estamos en plena crisis sociológica, política y económica, pronto tendremos que remontar el vuelo. Me parece lógico e inevitable, ya que es natural que en algún momento se toque fondo y no quede más remedio que volver a trepar por el hoyo que nosotros mismo cavamos.

Pero desearía que no fuera necesario un último gran sacudón antes de volver a nacer. Que gracias a la información reaccionemos antes de darnos contra el suelo.

¿Y qué tiene todo lo que estuve diciendo con el primer párrafo? Que creo indudablemente en que los medios masivos de comunicación están influyendo de cierta forma y que si esto sigue así puede desencadenarse una situación más notable.

¿Quiénes tienen que ver en esto? Los medios televisivos, gráficos y radiales incompetentes y amarillistas, con periodistas que tiñen la información de sus opiniones, muchas veces mal intencionadas. Por supuesto, que creo también en la existencia de excelentes profesionales que desempeñan de manera extraordinaria su trabajo.

Pero las mentiras y la violencia ganan, porque son más interesantes, porque dan más rating, en tanto, más dinero, algo que últimamente parece ser el objetivo principal de cierta gente. Gente ambiciosa, que lucha hasta que gana, a veces sin prestar atención en la legitimidad de los medios y por tanto, llegando más lejos y más fácilmente que las personas honradas y con objetivos más variados que sólo conseguir riqueza y poder.

En segundo lugar, la internet. La opinión rápida y espontánea, del mundo para el mundo. Y no hay nada mejor que eso, ¿verdad? A mí me parece fascinante saber qué opinan diversas personas de diversos lugares del mundo, y vivo en twitter, en los trendig topics, leyendo lo que dice la gente y haciendo uso del traductor si encuentro un comentario en un idioma que no comprendo.

El único problema que encuentro en este último aspecto es la gente malintencionada. Los rumores e insultos sin fundamento se expanden en un santiamén, llegando a individuos externos a la red, e incluso a medios oficiales de comunicación (esto último destaca claramente lo devaluados que están los mismos). También se da a la inversa: gente que cree ciegamente en lo que los periodistas le dicen (lo sé, porque familiares y conocidos están en dicha situación) y lo reproduce vía internet. Es un virus informático, tal vez el peor de todos.

Se producen y reproducen mentiras, maldad, mala onda. Se crea un ambiente tenso, amenazando con explotar en cualquier momento.

Todos somos influenciables. Lo noto en mí misma, cuando me encuentro defendiendo algo que oí y me doy cuenta de que tal vez no tengo información suficiente para opinar lo que opino. Lo veo en mi familia, en mis conocidos: «es verdad, lo dijo fulanito en tal canal» o  «me lo dijo sultanito, a él se lo dijo mengano, que lo leyó no sé dónde».

Es lamentable que en los últimos meses haya escuchado tantas veces dichas frases… Si nos ponemos a analizar, ¡es patético! ¿podemos creernos una opinión generalizada, aunque nunca hayamos confirmado la verdad a través de nuestros propios ojos u oídos? Pero ese es el poder de las palabras: lo repiten y lo repiten hasta que se vuelve verdad, y aunque después se desmienta, queda en el inconsciente colectivo.

Entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo evitar caer en la influencia de los medios o dejarme llevar por las masas? He aquí los pasos que seguiré de ahora en adelante.

  1. Recibo la información e inmediatamente no me la creo. Dudo de todo, al mejor estilo Descartes.
  2. Me abstengo de opinar sobre el tema y a la vez de leer y escuchar otro tipo de opiniones, hasta realizar el paso 3.
  3. Cambio de medio (canal, estación, web) y leo la misma noticia de diversos sitios, preferentemente de diferentes ideologías o intenciones.
  4. Comienzo a leer/escuchar las opiniones de la gente, teniendo en cuenta toda la información aparentemente «confiable» que adquirí.
  5. Elijo, distingo o diferencio, la información/opinión que me parezca más lógica, menos empapada de subjetividad o de posibles segundas intenciones.
  6. Si la información puede confirmarse con datos numéricos, declaraciones de personas, imágenes o audios, tiendo a creer lo más cercano a lo que realmente veo o siento. Ejemplo: no creo que una persona dijo determinada cosa hasta oír al individuo efectivamente decirlo. Eso es básico. Otro ejemplo: si el gobierno me dice que no hay inflación, pero voy al supermercado y encuentro los precios cada vez más elevados, no voy a creer al medio que ratifica lo que el gobierno afirma.
  7. Leo/escucho la opinión de diversos expertos en la materia en cuestión. Se supone que saben más que yo.
  8. A partir de todo lo que leí, escuché, y también de mis propias experiencias, elijo lo que me parezca más lógico y mejor argumentado. Debo quedarme con lo que realmente creo. Tengo que tener convicción en mi propia opinión. Si no me convence, no debo creerlo, aunque no tenga otras alternativas.
  9. Es más probable que la verdad no sea absoluta. No necesariamente mi opinión debe coincidir sólo con lo que dijo un medio o un especialista. La mayoría de las veces la verdad no es una sola. Si logro que diversas verdades encajen y logren una única verdad creíble, es probable que esa versión se acerque más a lo real.
  10. Aunque me convenza de mi propia opinión y sea capaz de defenderla, debo ser consciente de que no necesariamente tiene que ser la verdad. Puede ser parte o puedo estar totalmente equivocado. Me refiero a que debo defender mis convicciones, pero saber que si me encuentro con una debilidad en mi argumento o una verdad empírica que desmienta lo que digo, debo admitir mi error y tratar de enmendarlo. De los errores se aprende y es probable que incluso, si creo una nueva opinión teniendo en cuenta dicha falencia, ésta última se acerque más a la verdad.

Sí, sé que esto puede parecerle tonto a algunos, innecesario a otros. Pero para mí, hasta hace un tiempo no era tan obvio, y tal vez haya varios en mi situación. Además, aunque lo sepa y lo afirme, es más difícil hacerlo. Reproducirlo mediante palabras quizás me sirva para incorporar esos diez pasos y realizarlo espontáneamente.

En fin, les agradezco por haber aguantado mis delirios impulsados por mi enojo con los medios y recuerden:

No crean en nada de lo que les dije.

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