El profesor, de Charlotte Brontë.

Bueno, como no quiero dejar abandonado este hermoso blog hago una actualización fugaz para comentar un poco el último libro que terminé, que es, como el título indica, «El Profesor» de Charlote Brontë.

De ella no había leído nada anteriormente. Sí leí una obra de su hermana Emily, la clásica y famosísima Cumbres Borrascosas, así que tenía cierta curiosidad por conocer qué tal lo hacía Charlotte. Quizás debí empezar por Jane Eyre, el más famoso de los suyos, pero «El Profesor» fue el único que pudo hasta ahora llegar a mis manos.

La historia está narrada en primera persona y cuenta cómo tuvo que ganarse por sí mismo la vida un joven inglés, William Crimsworth, luego de haber roto relaciones con sus tíos nobles. Primero prueba suerte en el área industrial, pero las vueltas de la vida lo terminan llevando a Bruselas a ejercer un trabajo que antes no se había planteado. Terminamos siendo testigos de sus experiencias profesionales, como también así de sus dificultades en su vida personal.

Mi pequeña impresión:

Lo que más disfruté, más que la historia o los personajes, fue la narración sencilla y atrapante. Me agradó el estilo de Charlotte.

En cuanto a la historia, no es nada compleja, pero es bonita, tal vez un poco predecible hacia al final, pero igualmente cuenta con varios aspectos interesantes. El análisis psicológico y físico de los personajes que realiza el protagonista es quizás lo que más me quedó de la historia. No han habido muchas apariciones, ni grandes interacciones, ni hechos sumamente importantes, pero terminamos con una clara y realista idea de las personalidades de cada uno. A veces se excede en detalles relacionados con la apariencia física, pero estos siempre tienen un objetivo (comparaciones, etc). No hay información en vano.

Las impresiones del protagonista siempre están justificadas, y aunque a veces tal vez resulten chocantes, conocemos de manera bastante directa y realista la interacción entre ingleses e insulares, las grandes diferencias entre protestantes y católicos, etc. Hay que tener en cuenta que Charlotte estudió en Bruselas, por lo que la mayoría de los detalles sobre la ciudad y las costumbres deben ser muy exactos.

En fin, le doy tres estrellas. Nada grandioso, pero fue una lectura simple y bonita que terminó resultándome disfrutable.

Despertar

Tal vez con todo esto del mundial la gente está más susceptible. El orgullo por la patria a veces se exagera y se convierte en nacionalismo. Y eso no es bueno, obviamente. Miren hacia atrás en la historia, no muy lejos en el siglo XX, y observen bien qué famosos regímenes surgieron a raíz de ese sentimiento colectivo.

Hoy nos creemos más inteligentes que nuestros antepasados. Sería lo normal, ¿no? Se llama evolución. A través del paso de los años desarrollamos nuestras mejores habilidades y aprendemos de nuestros errores, para no cometerlos de nuevo. Es lógico que seamos supuestamente superiores.

Además, contamos con un arma clave que jamás estuvo presente en la historia: la información inmediata.  Vuela una mariposa en China, y acá, en América del Sur, nos enteramos y podemos incluso verla. Ya estamos acostumbrados a ello, pero si lo analizamos, comparando el presente con el ayer, resulta fascinante.

Tenemos el conocimiento absoluto, supuestamente, de todo lo que ocurre sobre la faz de la tierra. Es la era de la información, y no puede parecernos mala, si durante tanto siglos generaciones y generaciones han luchado para que toda la humanidad sea capaz de adquirir al menos un conocimiento general. No podemos decir que la humanidad esté en igualdad de condiciones, nada más lejos de la verdad, pero no podemos negar que nunca antes el mundo estuvo tan conectado.

Yo creo en la evolución y en la magia que representa la información inmediata. Soy optimista en lo que al futuro del ser humano se refiere, y creo que, aunque estamos en plena crisis sociológica, política y económica, pronto tendremos que remontar el vuelo. Me parece lógico e inevitable, ya que es natural que en algún momento se toque fondo y no quede más remedio que volver a trepar por el hoyo que nosotros mismo cavamos.

Pero desearía que no fuera necesario un último gran sacudón antes de volver a nacer. Que gracias a la información reaccionemos antes de darnos contra el suelo.

¿Y qué tiene todo lo que estuve diciendo con el primer párrafo? Que creo indudablemente en que los medios masivos de comunicación están influyendo de cierta forma y que si esto sigue así puede desencadenarse una situación más notable.

¿Quiénes tienen que ver en esto? Los medios televisivos, gráficos y radiales incompetentes y amarillistas, con periodistas que tiñen la información de sus opiniones, muchas veces mal intencionadas. Por supuesto, que creo también en la existencia de excelentes profesionales que desempeñan de manera extraordinaria su trabajo.

Pero las mentiras y la violencia ganan, porque son más interesantes, porque dan más rating, en tanto, más dinero, algo que últimamente parece ser el objetivo principal de cierta gente. Gente ambiciosa, que lucha hasta que gana, a veces sin prestar atención en la legitimidad de los medios y por tanto, llegando más lejos y más fácilmente que las personas honradas y con objetivos más variados que sólo conseguir riqueza y poder.

En segundo lugar, la internet. La opinión rápida y espontánea, del mundo para el mundo. Y no hay nada mejor que eso, ¿verdad? A mí me parece fascinante saber qué opinan diversas personas de diversos lugares del mundo, y vivo en twitter, en los trendig topics, leyendo lo que dice la gente y haciendo uso del traductor si encuentro un comentario en un idioma que no comprendo.

El único problema que encuentro en este último aspecto es la gente malintencionada. Los rumores e insultos sin fundamento se expanden en un santiamén, llegando a individuos externos a la red, e incluso a medios oficiales de comunicación (esto último destaca claramente lo devaluados que están los mismos). También se da a la inversa: gente que cree ciegamente en lo que los periodistas le dicen (lo sé, porque familiares y conocidos están en dicha situación) y lo reproduce vía internet. Es un virus informático, tal vez el peor de todos.

Se producen y reproducen mentiras, maldad, mala onda. Se crea un ambiente tenso, amenazando con explotar en cualquier momento.

Todos somos influenciables. Lo noto en mí misma, cuando me encuentro defendiendo algo que oí y me doy cuenta de que tal vez no tengo información suficiente para opinar lo que opino. Lo veo en mi familia, en mis conocidos: «es verdad, lo dijo fulanito en tal canal» o  «me lo dijo sultanito, a él se lo dijo mengano, que lo leyó no sé dónde».

Es lamentable que en los últimos meses haya escuchado tantas veces dichas frases… Si nos ponemos a analizar, ¡es patético! ¿podemos creernos una opinión generalizada, aunque nunca hayamos confirmado la verdad a través de nuestros propios ojos u oídos? Pero ese es el poder de las palabras: lo repiten y lo repiten hasta que se vuelve verdad, y aunque después se desmienta, queda en el inconsciente colectivo.

Entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo evitar caer en la influencia de los medios o dejarme llevar por las masas? He aquí los pasos que seguiré de ahora en adelante.

  1. Recibo la información e inmediatamente no me la creo. Dudo de todo, al mejor estilo Descartes.
  2. Me abstengo de opinar sobre el tema y a la vez de leer y escuchar otro tipo de opiniones, hasta realizar el paso 3.
  3. Cambio de medio (canal, estación, web) y leo la misma noticia de diversos sitios, preferentemente de diferentes ideologías o intenciones.
  4. Comienzo a leer/escuchar las opiniones de la gente, teniendo en cuenta toda la información aparentemente «confiable» que adquirí.
  5. Elijo, distingo o diferencio, la información/opinión que me parezca más lógica, menos empapada de subjetividad o de posibles segundas intenciones.
  6. Si la información puede confirmarse con datos numéricos, declaraciones de personas, imágenes o audios, tiendo a creer lo más cercano a lo que realmente veo o siento. Ejemplo: no creo que una persona dijo determinada cosa hasta oír al individuo efectivamente decirlo. Eso es básico. Otro ejemplo: si el gobierno me dice que no hay inflación, pero voy al supermercado y encuentro los precios cada vez más elevados, no voy a creer al medio que ratifica lo que el gobierno afirma.
  7. Leo/escucho la opinión de diversos expertos en la materia en cuestión. Se supone que saben más que yo.
  8. A partir de todo lo que leí, escuché, y también de mis propias experiencias, elijo lo que me parezca más lógico y mejor argumentado. Debo quedarme con lo que realmente creo. Tengo que tener convicción en mi propia opinión. Si no me convence, no debo creerlo, aunque no tenga otras alternativas.
  9. Es más probable que la verdad no sea absoluta. No necesariamente mi opinión debe coincidir sólo con lo que dijo un medio o un especialista. La mayoría de las veces la verdad no es una sola. Si logro que diversas verdades encajen y logren una única verdad creíble, es probable que esa versión se acerque más a lo real.
  10. Aunque me convenza de mi propia opinión y sea capaz de defenderla, debo ser consciente de que no necesariamente tiene que ser la verdad. Puede ser parte o puedo estar totalmente equivocado. Me refiero a que debo defender mis convicciones, pero saber que si me encuentro con una debilidad en mi argumento o una verdad empírica que desmienta lo que digo, debo admitir mi error y tratar de enmendarlo. De los errores se aprende y es probable que incluso, si creo una nueva opinión teniendo en cuenta dicha falencia, ésta última se acerque más a la verdad.

Sí, sé que esto puede parecerle tonto a algunos, innecesario a otros. Pero para mí, hasta hace un tiempo no era tan obvio, y tal vez haya varios en mi situación. Además, aunque lo sepa y lo afirme, es más difícil hacerlo. Reproducirlo mediante palabras quizás me sirva para incorporar esos diez pasos y realizarlo espontáneamente.

En fin, les agradezco por haber aguantado mis delirios impulsados por mi enojo con los medios y recuerden:

No crean en nada de lo que les dije.

Calidad Vs. Cantidad

Esto es un pensamiento random, que no intento justificar de manera demasiado exhaustiva. Es sólo una impresión mía y pretendo únicamente más o menos dar a entender mi posición.

Mainstraim. La eterna discusión.

Algunos dicen que lo más popular no tiene que ser necesariamente un producto de calidad (*). Como tampoco un buen producto debe ser estrictamente poco valorado.

Otros, que lo más famoso es directamente sinónimo de mediocridad y que las mayorías siempre se equivocan.

Y los demás, manifestándose más a favor de la popularidad, se dejan llevar por las masas y adulan lo que es popular sólo porque es… popular.

Seguramente hay más puntos de vista que no alcanzo a ver, pero si tengo que inclinarme por alguno de aquellos, defiendo sin dudas la primera perspectiva. Ni blanco, ni negro. Así de simple. Siempre hay casos y casos, y en todos es necesario al menos analizar el producto más allá de la popularidad, profundizar más en su esencia y no juzgarlo únicamente por el público que tiene.

Lo que intento hacer es demostrar por qué no entiendo los siguientes argumentos:

  1. «Producto X ya no me gusta porque es popular».
  2. «Producto X es muy popular, por lo tanto debe ser de mala calidad.»

Simplemente no lo entiendo…

Caso 1.

En este primer caso, ¿qué debo pensar? ¿Que la calidad de un producto cambia según la cantidad de aficionados que tiene? No, es imposible, el producto siempre va a ser el mismo (a menos que claro, sea una saga/serie/grupo de música que siguió publicándose/emitiéndose/creando nuevos discos después de volverse popular. Eso lo analizaré después). Pero si es algo que ya está finalizado, no veo lógico que deje de gustar luego de volverse popular, y es aún más inentendible criticar a la gente que ahora ocupa nuestro lugar. Tal vez le quite encanto al gusto, pero criticar lo que antes uno disfrutaba sólo porque ahora más gente lo hace me parece digno de una persona elitista, que lo único que quiere hacer es diferenciarse de los demás, sin importar la calidad del producto. Ahora, también están los casos que cité entre paréntesis. Acá es más complicado. Sí es cierto que, después de volverse popular, un producto no finalizado puede mutar para adaptarse mejor a las mayorías. Y aquí sí es necesario tener que analizar más allá, intentando ser objetivos (es decir, sin apreciar el producto con el prejuicio de que empeorará porque es popular). Intento plantear que la popularidad no es patrón de medida de la calidad, y que la variación de ésta según el nivel de popularidad no es fija, sino que depende de cada producto.

Caso 2.

Esto me parece aún más curioso y a la vez, más indefendible. Sigo insistiendo en que la popularidad del producto no determina su calidad, simplemente porque esa primera característica es externa, no forma parte de él, en tanto, no necesariamente le afecta. El producto puede ser, por decir de alguna manera, impermeable. Quiero decir, condenar o criticar algo sólo teniendo conciencia de su popularidad no es justificable, porque sus seguidores no son el producto. Pueden afectarlo o no, pero como dije, no hay un modelo fijo. Parece obvio decir que para hablar de la calidad de un producto hay que analizarlo -a él– en profundidad, pero aparentemente cierta gente no lo ve tan claramente.

Conclusión.

Es evidente que:

popularidad =/= calidad

Que un producto tenga demasiados aficionados no lo hace mejor o excelente, a veces la mayoría se equivoca.

También considero que:

popularidad =/= mediocridad

Los aficionados son externos al producto, no forman parte de su esencia y no determinan necesariamente su calidad.

Entonces:

Para analizar la calidad de un producto no debe tomarse en cuanto su popularidad, a menos que se haya notado un cambio en la esencia del producto luego de alcanzar la fama. En ese caso, se podría analizar si la popularidad tuvo efecto sobre el producto y si fue positivo o negativo.

Mi intención.

Lo que me propongo no es criticar a unos o a otros, sino defender a productos populares injustamente condenados únicamente por el nivel de fama que tienen.

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(*) Cuando me refiero a calidad, me refiero a una calidad objetivamente visible. Es decir, fallas técnicas notables, mensajes claramente perjudiciales para la sociedad, etc. No entran aquí ni géneros, ni estilos.